DESENCANTO

I

Huele la brisa a lluvia

y el hueso se queja con

hedor a viejo y a cajón

hecho al golpe de la gubia.

La Parca, esa vieja rubia,

desdentada y generosa,

ríe infame y bondadosa

a la espera, ella sola,

de izarme a la barcarola

que me lleve sobre la ola,

de la mano y cuidadosa.

II

Sentires bien profundos

que me indican el camino

al que iré cubierto en lino.

Miedos lejanos, no sentidos,

son con risas despreciados.

Vano intento del idiota

que de amo se hizo ilota

temeroso de la lanza

que se hinca con confianza

sin pavor a la derrota.

III

Huyo en mi desgracia

en el éxtasis incurable

de amar lo inexorable.

Dudo si es falacia

o prueba de mi audacia.

Sin embargo, es furtiva

la idea que aun cautiva,

enamorado de la muerte

que me admira ya sin suerte

resignada y aun altiva.

IV

Extasiado en el marasmo

amo obstinado a la pereza.

Ya no encuentro riqueza

y mucho menos entusiasmo

en ser amante del sarcasmo.

Desapego de budista.

Dureza de amatista.

Intransigencia demente

con Dios, el gran ausente

y con el Diablo chantajista.

V

Epígono de mis dolores

me erijo fatuo en mármol

de panteón. Bronce al sol

con reflejos cegadores,

insensible a los clamores,

mi ataúd espera quieto

a la paz del esqueleto.

Desespero sin consuelo

por saber si es el cielo

o apenas letra de soneto.

VI

Me siento encina vieja

en el vasto bosque umbrío.

Rama seca en el estío

donde canta la azuleja

y espía atenta la corneja.

Ya podrido en la raíz

resiste el árbol infeliz

el desgano del leñador.

Ya nada alivia su dolor.

Ay… ¿Cuándo seré feliz?

VII

Azada que golpea la tierra

agitando polvos e historia.

Mansedumbre dilatoria

de una vida que fue perra.

Orujo que apretó la aderra.

Presiento a Leviatán

y me siento un nuevo Adán.

Alma errante que seré

seguro que daré el traspié

por más que ponga afán.

VIII

Flores ahora macilentas

en el ocaso de primaveras

que fingen ser muy duraderas.

Hojas en el viento, amarillentas,

mustias, que fueron opulentas

en el nacer de vidas generosas

que algún día fueron dichosas

entregadas a la simple ilusión

de acompañarme hasta el cajón,

ahí si, siempre vivas en las fosas.

IX

Miro y sueño en el balcón.

Rebeldías ya dormidas

de memorias hoy caídas

que morirán en el panteón

el día que se pare el corazón.

¡Cuanto desencanto! El rapaz

pudo más que el más capaz

y hoy es héroe de la historia

de mi patria, pura escoria.

Muero, pero vivo contumaz.


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